miércoles, 27 de mayo de 2009

Solo de paso



Pasamos por la vida de tantos y a veces tan fugazmente que no nos damos cuenta. Eso me ocurrió cuando vivía en Mendoza y salía en las mañanas a comprar. Invariablemente, pasaba por la puerta de Don José, un anciano de 92 años, ya bien malito, cuya esposa lo sacaba a la puerta en una sillita para tomar sol. Siempre le decía "buenos días", casi por inercia, una costumbre. Nunca dije más que esas dos palabras a Don José.

El tiempo me llevó del barrio, pero como tenía a una amiga viviendo allí, al mes volví a visitarla y pasé por la puerta de Don José que, más cabizbajo que nunca, estaba en su sillita en la puerta. Casi ni lo noté, apresurada en llegar a ver a mi amiga. Pero me alcanzó para los costumbreros "buenos días". Fue cuando me frené por sus palabras:
-¡Claro que son buenos días! Benditos ojos que la ven. Ya me hacía falta su "buenos días".

A pasos lentos llegué adonde mi amiga y le conté lo ocurrido. Nunca pensé que fuera tan importante para alguien un simple "buenos días" que me salían casi sin darme cuenta. Fue la primera vez que miré realmente a Don José y le pedí a mi amiga que, al salir a comprar, por favor le dijera "buenos días" por mí.

Hoy Don José ya no está, pero pasar por su puerta siempre me hace recordar que nunca pasamos en vano al lado de los demás.

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