martes, 19 de mayo de 2009
LA INCREIBLE HISTORIA DE CLODOMIRO ALBORNOZ Y SUS DOS MUJERES
En esos años de 1945 Clodomiro Albornoz era el galán del pueblo. Las chicas, de todas las edades suspiraban por él. Como se fuera poca su buena pinta, Clodomiro había enchapado todos sus dientes superiores en oro. Despertaba una mescla de codicia y admiración en todos. Ellos, los muchachos, más lo primero; ellas, las chicas, más lo segundo.
Avispado por sus compañeros mayores, ya de temprano Clodomiro aprendió a escurrirse de los compromisos femeninos. Le encantaban las mujeres aunque aborrecía a los anillos. Pero como no hay hambre que no se mata comiendo, llegó el día en que dos chiquillas, preciosas, le flecharan el corazón. Decía el Clodomiro:
- Lo tengo tan grande…. (risas)… ¡al corazón! … que me alcanza para dos amores.
Y era cierto. Las quería intensamente a las dos. Tanto que les fue fiel hasta el día fatal.
Era una mañana de domingo y Clodomiro había pasado la madrugada con amigos en el bar. Festejaba su 32 cumpleaños y seguía sin saber a quien elegir. Si la Tita o la Rosita. Tomó tanto en esa charla filosófico-amorosa que no caminaba en línea recta cuando se fue a la casa a las 6 de la mañana. Tenía el gran problema en la cabeza, ya que las dos, Tita y Rosita, se habían descubierto mutuamente y le habían plantado el ultimátum:
- ¡O ella o yo!
Clodomiro decidió irse a casa y este fin de semana y no durmió con ninguna. Como no se podía él solo, caminaba por el medio de la calle, olvidado de las veredas. Fue entonces que al doblar la esquina a alta velocidad, el Pedro lo invistió con todo lo que daba su Ford del ano 38. Dicen las malas lenguas que a propósito, de pura envidia. Pero la mayoría prefiere pensar que fue un accidente causado por la borrachera de uno, la imprudencia de otro y la fatalidad entre los dos. El caso es que allí mismo, sin siquiera sentirlo, Clodomiro fue a buscar chicas a otro lado. Murió instantáneamente.
La pena se adueñó del pueblo. Los muchachos con remordimientos por haberle deseado que se fuera al infierno. Pura envidia por lo de las chicas. Ellas, como si hubiera muerto el sol, lo que les alimentaba los vestidos del domingo, el que las hacia suspirar y arreglarse siempre con la esperanza de ser la tercera y de ahí a ser la definitiva. Pero la mayor pena se veía en Rosita y Tita. Las dos, en los 2 días que duró el velorio, adelgazaron casi 1 kg. No comían ni dormían. Solo lloraban. Lo único que les secaba las lágrimas era la pelea que mantenían por el muertito.
- Ya le compré su lápida y lo entierro yo – decía Rosita
- Estás loca. Lo entierro yo. Ya esta todo arreglado con el sepulturero – decía Tita.
La gente miraba de una a otra sin saber que decir. Pero al fin llevaron al Clodomiro para la sepultura que le había preparado Rosita, sea que era la primera que lo enamoró o más certeramente, la sobrina del sepulturero… el caso es que Rosita ganó los honores y la envidia de las chicas del pueblo. Se leía en la lápida:
“AQUÍ JACE CLODOMIRO ALBORNOZ – AMANTE NOVIO DE ROSITA PEDROZA – 1913 – 1945”
Llantos eternos, gritos e histerias, pero finalmente terminó el sepelio y se fueron todos a la casa. Y la historia se hubiera terminado allí si no fuera que a los dos días al llevar flores a la tumba, Rosita la encontró vacía. Asustada (¿habría resucitado como Jesús?) fue a buscar las autoridades del cementerio a saber que pasaba y se encontró con la sorpresa de que habían trasladado el muertito por orden del comisario (tío de Tita). Y la nueva lápida rezaba:
“AQUÍ JACE CLODOMIRO ALBORNOZ – AMANTE NOVIO DE TITA SANCHEZ – 1913 – 1945”
Con cara de viuda traicionada, se fue Rosita a llorar con su tío sepulturero que no encontró mejor consuelo que decirle que a la noche lo volvía a poner en su lugar al Clodomiro.
Y así empezó el deporte preferido del pueblo. Nunca fue tan visitado el cementerio. A cada 4 o 5 días iban casi todos a ver en que tumba estaba el Clodomiro. Y eso sería hasta hoy si el Intendente no se hubiera hartado del teatro y con orden policial fue al cementerio y lo enterró al Clodomiro en una nueva sepultura, hecha de concreto, cerrada con una lápida de concreto, sellada con cemento y escribió arriba:
“CLODOMIRO ALBORNOZ – NACIÓ, VIVIÓ Y MURIÓ SOLTERO – 1913-1945”
Aunque nunca más lo cambiaron al Clodomiro, la fama se hizo. Así que a partir de ese día, todos los muchachos del pueblo al cumplir 18 años, van a la escribanía y dejan asentado donde y como quieren su tumba cuando se mueran. Y esa crónica se escribe y se publica para que los nuevos que nunca conocieron al Clodomiro, no pregunten más porque esas costumbres de decidir sepultura en la flor de la edad. No vaya ser que otro Clodomiro aparezca y hasta después de muerto no tenga decidido adonde quiere irse.
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