martes, 19 de mayo de 2009

Las vuentas de la vida



¿Han visto como la vida se pasa en círculos? Caminamos y de repente estamos pasando por el mismo lugar. Es como el caso de Julia. Aquella mañana se despertó con mucho ánimo. Quería disfrutar del descanso dando un paseo por el parque, en medio de la naturaleza, descansar, respirar aire puro. Sola, absolutamente sola. Nadie que moleste. Un día para meditar, estar consigo misma. ¡Que día venia!
Se baño, puso un poco de colonia y separó la ropa para salir. Unos vaqueros, camiseta de colores, zapatillas, medias blancas de algodón. Unos calzones flojos, cosa de estar cómoda y su único sostén, color carne. La verdad que estuvo un poco desprolija en no ir a comprar otro. Pero andaba tan cansada… Total mañana siempre podía salir del trabajo a hora de almuerzo, e ir a una tienda a comprar uno. Solo un día. No quería pensar en el tema porque recordaba a su vecina y le hervía la sangre de rabia.
Como era su costumbre vistió la parte de abajo todita antes de ponerse el sostén y la camiseta. Le gustaba mirar su figura en el espejo así. Tenía buenos senos pero mucha celulitis. De vaqueros y son camiseta se veía hermosa. Estuvo unos minutos girando y mirándose. Con un suspiro de satisfacción tomó su sostén y lo colocó sobre los senos pero… al abrocharlo, salto un tirante. ¡Se había roto! Con desconsuelo Julia se volvió a sacar el sostén y fue por hilo y aguja para coserlo. Sin dudas mañana tendría que comprar otro… ¡o dos!
Hilo color carne había, al menos parecido. Era beige. ¿Pero aguja? ¡Ninguna! Por más que revolvió no encontró nada. ¡Que problema! ¿Y ahora?
Ponderó la posibilidad de salir sin sostén. Podría hacerlo… pero su crianza, su educación hacían que le diera mucha vergüenza. ¿Cómo disfrutar así? Estaría todo el tiempo de brazos cruzados. ¡Y era domingo!
Pero las ideas surgen y se filtran y a Julia se le prendó una. Podría ponerse un alfiler, que aunque endeble sostendría la prenda rota hasta que fuera a la esquina y comprara una aguja en el Súper, único negocio abierto domingo. Medio incómoda por como pinchaba el alfiler, allá fue Julia a comprarse una aguja, pero en el Súper no habían agujas, ni siquiera unos míseros alfileres de seguridad. Volvió frustrada a la casa, sin aguja ni alfiler y viendo su sueño pender de un hilo… ¡sin aguja!
Con rabia se sacó los pantalones, volvió a ponerse el camisón y se metió en la cama a rumiar la bronca del paseo soñado. Casi se dormía cuando sonó el timbre. Ya con un mal humor que reventaba fue a ver quien molestaba día domingo. Era la vecina de abajo y verla recordó a Julia porque no tenía otro sostén. La muy sin vergüenza de la vecina se había quedado con su otro sostén cuando por un descuido lo colgó mal y se cayó de la soga. La vecina juró que no lo tenía pero Julia estaba segura que sí.
Casi escupiendo palabras, Julia preguntó que quería la vecina molestando en un domingo. Y la vecina le respondió que por favor le abriera, pues necesitaba demasiado hablar con ella. Fue cuando Julia explotó.
-¡Que te crees! – dijo abriendo la puerta - ¡Me robas mi sostén y por tu culpa estoy encerrada día domingo! Debería darte vergüenza siquiera de hablarme.
La vecina, más roja que un tomate le respondió:
-¡Disculpe vecina! No se enoje, por favor. Vine a pedirle que me perdone. No fui yo quien sacó su sostén, no había mentido, pero descubrí que Linita, mi hija, lo hizo para jugar y lo había escondido. Por favor discúlpeme, pero aquí lo traigo de vuelta y como para disculparme le hago este regalito. ¿Me lo acepta?
Y Julia, sorprendida, muda, agarró el paquetito y encontró, envuelto en un hermoso papel de colores metálicos, un pequeño costurero, con hilo blanco, negro, alfileres y… ¡3 agujas!
Un poco avergonzada, Julia invitó a la vecina a un café. Mientras charlaban sobre sus vidas Julia, con su costurero nuevo, cosió el sostén roto y revigorada, animosa de nuevo le dijo a la vecina:
Hoy es domingo, así que voy al parque a respirar aire puro y comer tonteras por ahí. ¿Quieres venir?

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