martes, 19 de mayo de 2009
Rosaura, la fea
Había nacido fea. No esas feas normales, sino que muy fea. Los años pasaron y nunca se llevaron ni un ápice de lo fea que era. Más bien acrecentaron dureza a sus rasgos. Como ironía de la vida, la mamá había decidido llamarla Rosaura y como era madre soltera, no tuvo a nadie que la contradijera. Cuando le trajeron la niña ya era tarde. Estaba registrada así.
Creció siendo burla de todos los niños. “¿Cuál es la flor mas fea del mundo? ¡Rosaura!” Esto la hizo una niña apagada, triste, y a la falta de risa y a la sobra de muchas lágrimas fue su rostro esculpiéndose cada día más en esos rasgos feos que traía.
A los 30 años Rosaura se veía como una máscara para día de brujas. Muy flaca, con los pómulos salidos, labios finos y una boca muy chica para dientes enormes que salían como de conejo por sus labios finos a punto de no poder cerrar la boca con propiedad. Los ojos eran dos rendijas con pequeñas bolsas en el párpado superior y el pelo ralo y liso parecía pegado al cráneo. No tenía cuello, mas bien parecía que le habían encajado la cabeza en los hombros y por timidez se fue encorvando, haciendo aparecer una especie de joroba en su espalda. Había desistido de casarse y se perfilaba a cocinera de gente rica. Cosa que nadie veía quien les preparaba de comer. Vivía aislada en su enorme cocina y a la falta de tener en que gastar, juntaba los sueldos que le llegaban al fin de mes. Con los años llegó a juntar una pequeña fortuna, aunque nadie sabía de ese detalle que quizás, al saberlo, haría verse algo más bonita a Rosaura.
A esa vida de reclusión y disgustos no le quedaron demasiados años y a los 58 Rosaura se tomo 60 pastillas de un frasco de un sedante que encontró de su patrona, dejando a este mundo de lágrimas con la esperanza de que en el cielo todos serían bellos.
Quizás por su figura, quizás porque nunca hizo amistades en esta vida, al morir nadie se ofreció a ir a vestirla. Así que Rosaura paso 2 días en la morgue antes que por orden municipal la fueran alistar para ser enterrada.
El tema es que después de hechos los gastos y enterrada como indigente, aparecieron sus parientes como rapiñas a buscar sus pertenencias. En una de esas les quedaba algo. Junto Don Lalo, un oficial de justicia, entraron a la piecita del fondo de la mansión donde trabajaba Rosaura y empezaron a juntar todo lo que había: dos vestidos, un peine y un cepillo de pelo, un cepillo de dientes, en dentífrico a medio usar, un pequeño espejo en el baño (que los dueños de casa se apresuraron en avisar que era de la casa, no de Rosaura) y un par de chalas para levantarse a la noche. Eso era todo a excepción de una bolsa de supermercado, anudada y con una carta arriba. Con un gesto de autoridad, don Lalo se adelanto y abrió la carta. La miró y dijo “es una especie de testamento, así que la leeré a todos los interesados”.
Queridos todos,
Les digo queridos porque soy cristiana y no quiero ofender a nadie. Pero creo que queridos nunca fueron ya que nadie nunca me vino a ver. ¿Qué es de mis dos hermanos? ¿Y mi mamá? ¿Dónde está la tía Peta? ¿Mis primos Luca y Tito? ¿Dónde están todos? Ni siquiera saben lo que soy o siento o pienso. Nunca me han visto, quizás ni se recuerden de cómo me veo. Me siento sola, muy sola. Por esto creo que mis parientes son los ángeles del cielo. No están aquí. Y decidí ir con ellos. Me despido. Antes quiero dejar claro que lo de la bolsa es para que paguen mi sepelio y todo lo que sobre lo dejo para el alma caritativa que me vistió y me enterró. Es todo lo que hice en la vida y no quiero que nadie que no sea esa persona, única que me tocó en este mundo, reciba mi herencia. Es mi deseo. Firmado: Rosaura.
Relamiéndose los bigotes Don Lalo abrió el bolso y se encontró con todos los billetes juntados en esos años de Rosaura y a vista y desesperación de todos empezó a contarlos. Era una pequeña fortuna que ahora pertenecía a la Municipalidad.
No sirvieron los pataleos, amagos de los parientes de ir a la justicia y hasta intento de los patrones de acusarle a Rosaura de robo. La plata, todita, completa, fue a la Municipalidad que en un atisbo de bondad y sabiduría la usó para pagar operaciones de mucha gente pobre del lugar que tenia deformaciones como labios leporinos.
Hoy Rosaura es recordada por muchos, pero cada uno hizo en su memoria la imagen que tendría Rosaura porque ella no tenía fotos. La única, de su carnet, la quemó antes de tomarse las pastillas. Por esto, si van al pueblo y buscan a Santa Rosaura, verán una pequeña imagen de una santa muy bella, llena de rosas en el pelo y que dicen los del pueblo, es muy milagrosa para sanar deformaciones y heridas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
que cuento
ResponderEliminar