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martes, 19 de mayo de 2009

Pluma Roja



Pluma Roja era un indiecito muy alegre y juguetón que vivía en la tribu de los Muyserios. Su mamá todos los días se enseñaba cosas de la tribu y una de las más importantes era su plumita, que usaba en la cabeza con una huincha. Su mamá le explicaba:
-Plumita (así le decía de cariño) la pluma es lo que te da identidad de la tribu. Si la pierdes dejas de ser un Muyserios. ¡Nunca la saques!
Pero, como era muyyyyyy travieso, Pluma Roja siempre se la sacaba para ir a nadar en el río. Después muy erguido le mentía a su mamá que no la había sacado.
Pero como siempre pasa, un día en que fue a nadar en el río, Pluma Roja no vio un diablito que andaba por allí y confiado como siempre, se sacó la plumita y se metió al agua.
Tanto dale a jugar, no vio que el diablito se robó su plumita. Cuando salió del agua la buscó…. Y buscó…. Y buscó… y no la encontró. Ya empezaba a anochecer y Plumita tuvo que desistir y volver a su casa.
Cuando su mamá lo vio sin su pluma, empezó a llorar.
-¿Es que no sabes que ya no eres de la tribu? ¿No sabes que sin tu pluma tienes que irte? ¡Por los dioses que te avisé! ¿Por qué no me hiciste caso?
La mamá intentó convencer al jefe pero él, muy serio dijo:
-Indio sin pluma no es indio Muyserios y aquí no vive.
Por más que pidiera Plumita y su mamá no pudo seguir allí. Con mucho dolor, su mamá le hizo una mochilita con comida, le regalo un arco y flecha y se despidió de Plumita.
¡Pobre Plumita! Muy triste, arrepentido de sus andanzas, se fue hasta la orilla del río y mirando a los cielos rogó a los dioses que lo ayudaran. Que había aprendido la lección. Que jamás desobedecería a su mamá. Y así se durmió, acurrucadito en una piedra.
Lo que no sabía Plumita es que justamente un angelito andaba por allí y lo escuchó, así que fue detrás del diablito y le exigió la pluma de vuelta. A regañadientes el diablito la devolvió y el angelito, muy feliz, la puso al lado de Plumita que dormía, y se quedó allí, escondido, a esperar que se despertara, cuidándolo.
Con los primeros rayos de sol Plumita abrió los ojitos, los refregó y volvió a sentirse muy infeliz al recordad de su soledad. Se sentó y… ¡oh! ¡Su plumita estaba a su lado!
-Gracias gran dios de los Muyserios. Nunca más desobedeceré a mi mamá. ¡He aprendido la lección.
Plumita volvió a la tribu, con su pluma muy paradita de la huincha en su cabeza. Su mamá que había llorado toda la noche al verlo saltó de alegría. Las mamás siempre perdonan a sus hijos. Así que le dio un rico desayuno y lo llevó al Gran Jefe para que lo admitiera de nuevo… ¡y así fue!
Desde ese día Plumita fue el más obediente de los niños, aunque jamás perdío su alegría y sus juegos.

La cebolla y el Oso Dragón



Érase una vez una cebolla que de tanto estar al sol fue quedando amarilla y despidiendo un fuerte olor. Sus hermanas que no se exponían tanto, y seguían blanquitas empezaron a reirse de ella y a no querer aproximarse demasiado.
La Cebolla Amarilla se fue poniendo muy triste y decidió irse de su pueblo a uno donde nadie la conociera. Tenía la esperanza de ser mejor recibida. Pero no tuvo mucha suerte. Donde llegaba, se apartaban todos diciendo que su olor era demasiado fuerte, o que era muy fea con esas cáscaras quemadas y ya casi marrones.
La Cebolla Amarilla terminó llegando a un pueblito donde había una pensión e intentó entonces hospedarse allí por trabajo. La dueña al ver tamaña cebolla oscura y mal oliente pensó dos veces. Necesitaba quien le barriera e limpiara el gallinero y los fondos pero no la quería a la cebolla entre sus huéspedes. Luego dió con la solución. Mando a la Cebolla Amarilla a una piecita de atrás, al lado del gallinero, donde la señora guardaba codsas viejas. Le dijo a la cebolla que hiciera un aseo y le daba casa y comida en cambio de trabajo. La cebolla, ya desanimada y sin esperanzas, aceotó y así empezó una vida de soledad, donde casi no veía a nadie y se pasaba el dia limpiando y organizando la parte de atrás de la pensión.
Por esos días, llegó la noticia de un horrible Oso Dragón que estaba asolando la región. Con sus garras rompía hasta metal y de su boca largaba bocanadas de fuego que consumían todo. No quedaba nada de pié por donde él pasaba.
Con gran temor, la gente del pueblo vió como se fue acercando la noticia hasta que una mañana llegó el Oso Dragón al pueblo. Por donde pasaba, sin piedad iba asolando todo. Rompía con sus garras e incendiaba con su boca. Todo era ruina a su paso. Como su cuerpo era como coraza, ni las balas, ni las flechas, ni las piedras lograban hacerle daño. Desesperados gritaban todos viendo como se destruía todo a su alrededor.
La Cebolla Amarilla, escuchando tamaña conmoción, salió a ver que pasaba y justo apareciço frente al Oso Dragón que ya se preparaba para quemar a la pensión. Sin pensar dos veces, la Cebolla Amarilla empezó a sacarse pedazos, cáscaras trás cáscaras y meterlas por la boca del Oso Dragón en la esperanza de contener su fuego.
Entonces ocurrió el milagro. Con tantos trozos de cebolla que le tiraban, el Oso Dragón empezó a llorar. Y lloraba tan fuerte que fue apagando todo su fuego, hasta que se estinguió completamente.
Agradecido, le dijo a la Cebolla Amarilla que era la primera vez que podia respirar sin que le doliera el fuego por dentro. Que eso es lo que le hacía ponerse tan malo.
Todo el pueblo respiró aliviado y al volverse hacia la Cebolla Amarilla para agradecerle, se sorprendieron al encontrar a una cebolla más flaca, pero blanquita y hermosa. La Cebolla Amarilla cambió de nombre. Pasó a llamarse Cebolla Dichosa y fue feliz para siempre y por siempre.